Número 72, calle Zozobra. Segunda parte

Afuera llovía, las ratas y la gente corrían desesperados entre los charcos de ácido, buscando refugio. Dinorah entró al número 72 de la calle zozobra, la cantina de Julio, donde él y cinco amigos suyos platicaban animadamente – ¡metiste dos ratas Dinorah! –Gritó Pietro– bueno, que me importa, ¡ya todos nos vamos a largar de este lugar! –dijo mientras levantaba su tarro para brindar con Johannes, Nina y Paulo, que estallaban en risas y gritos de alegría. Dinorah se quitó el recubrimiento plástico antiácido y lo dobló sentándose con ellos en silencio. Desde la barra, Julio estaba mirándolos, una ligera sonrisa atenuaba la tristeza que había en su mirada. –ya cállense babosos, por su culpa van a descubrirnos –susurró la recién llegada.
Desde los ocho años, Dinorah había trabajado arreglando naves y otros medios de transporte en el taller de su padre, hasta el día en que cumplió los 21, el terrible “día de la peste”, después de eso no volvió a saber de él. Fi y Pietro la contactaron dos años después, tras encontrar su anuncio en el periódico, “mecánico para todo tipo de transporte”, era justo lo que necesitaban para completar su equipo liderado por Julio, cuyo gran objetivo era construir en doce meses y clandestínamente, una nave (pues tras la nueva reforma, eran para uso exclusivo de la guardia) y escapar hacia una tierra nueva.

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