De una frase mexicana

“Amo este cambio perpetuo, este variar segundo tras segundo, porque sin él lo que llamamos vida sería de piedra” –José Emilio Pacheco.


De estar totalmente cómoda, mi alma se sumiría lentamente en una parálisis. Me sucede cuando hago planes sin pensar que estoy hecha de eternidad, que en este mundo las cosas cambian y no siempre son como las percibo, nada es por seguro. Cuando un silbido suave me despierta, ya no importa cómo sea utilizado el instrumento de mi vida, regresó a sangrar en la violencia invisible porque tengo quien arregle mis heridas. En medio de la confusión puedo ver lo verdadero que sigue firme e invariable, sólo lo verdadero me sostiene, por eso vivo y vivo más allá de la muerte.

Canela


Quisiera escribirle a ese hombre algo que nunca he escrito, y dejarlo sobre sus brazos. Que sea regalo infinito, constante secreto en la mirada. Quisiera decir lo que ahora mismo callo y para no escribir escribo.

Ya viene el silencio, llega su sonrisa, detengo mis palabras, los verbos, detengo el alma, esperando hacerme bien mientras la guardo en mis bolsillos. Qué le puedo regalar cuando él mismo me sorprende poco a poco, sólo tengo mis sonrisas que no saben si...

Quiero escribirle a ese hombre algo que nunca he escrito, y dejarlo en su cabello. Que sea canela dulce, y le acaricie la frente. Quiero callar lo que me guardo.

Lo amo

Este fin de semana decidí que yo era una porquería, que no daba el ancho para nada, que no servía ni había servido nunca. Entonces quise acercarme a mi amor, pero no pude, le dije que le entregaba cualquier cosa que estorbara entre nosotros, no era nada de eso ya entregado, me mostró cómo creí todo lo que había decidido pensar. Luego me recordó sus pensamientos.


Él me dijo que soy hermosa porque Él me ve hermosa, me dijo que valgo su vida y su amor; también dijo que ve en mí más potencial de lo que podría imaginar, más capacidad de la que pueden ver los demás, más valor del que creo tener. Él me dijo que aunque todos me dejaran, nunca me va a dejar, y yo sé que vale más estar en los brazos de su persona que en los de cualquier otro o de muchas personas más, que su amor es absoluto y que me importa más que el de cualquier otro.


Yo sé esto, si Él ve algo en mí es porque sí lo tengo y basta con creer en sus palabras para poder echar mano de todo lo que poseo, sé también algo más, si me ve como dice verme –y sé que es verdad– es porque así soy aún cuando me parezca difícil creerlo. Él me dijo que continúe, que haga lo posible pues Él puede hacer lo imposible, que descanse en su regazo, que sea valiente, que le entregue aún mis caminos y que crea; lo que tengo en mis manos y en mi voz va a hacerlo crecer, va a darle forma a lo posible, lo aumentará como lo imposible. Quiere que crea y no sólo sepa, y lo creo.


Sé que voy a continuar caminando, sus palabras importan infinitamente más comparadas con las de cualquiera aún con las mías. Mientras me esfuerzo Él guiará cada paso, a veces yo no puedo ver con claridad; conoce la dirección correcta. Yo soy su guerrera pero también su amada, y tiene pensamientos acerca de mí, tiene planes de bien para mí a pesar de que me equivoque, a pesar de que vi lo que soy como no debería, Él me levantó para decirme que todo está bien, que volvamos a empezar, que también le importo yo tanto como le importan aquellos por los cuales envía ejércitos hasta morir, por mí también los ha enviado. Dijo que volvamos a empezar, pero esta vez sabiendo cuánto valor tengo, esta vez recordando como todo lo tiene bajo control y cuál es mi meta, Él.


Todavía me pregunto por qué soy lo que me ha hecho, por qué he dudado de tener lo recibido de su mano, por qué ha decidido amarme, por qué le importo tanto como para aún confirmar de las mismas bocas de mis amigos eso ya dicho por Él. Mi único Dios no es un hombre ni una mujer como para fallar, Él es la verdad misma. Por buscarlo tengo todo lo necesario y más, aunque todo lo necesario no me importa si no lo tengo a Él.

Ensayo sobre Libros que leo sentado y libros que leo de pie de José Vasconcelos

“los libros que leemos sentados nos apegan a la vida.” Aquellos libros resultan optimistas, se disfrutan como es preciso disfrutar algo bello, poseen grandes cualidades e invitan a disfrutar de su lectura; los libros que José Vasconcelos lee sentado, nunca arrancan al lector de lo terrenal por más perfecta que sea su lectura.

Hay libros que se leen de pie, ser arrancado de lo terrenal por uno de ellos se presenta ante el lector como una lucha, un sufrimiento que lleva hasta la muerte, lleva hacia la protesta en contra de esa mentira arrastrada por siglos a la cual han querido disfrazar de vida. Se lee de pie porque un esbozo de la verdad empuja hacia arriba, porque un sufrimiento nos susurra palabras de libertad y esa libertad incita al que la toma, de las páginas de un libro, a conocer ese “nuevo aspecto de la creación; un nuevo aspecto que nos incita a movernos para llegar a contemplarlo entero.” Se levanta la necesidad, derrumba todo a su alrededor, y con gemidos insondables acerca una pluma a quien se atreva a tomarla, a aquel ser humano dibujado por Vasconcelos como un caminante que marca en el árido camino los puntos donde se ha encontrado el agua ideal, indispensable para seguir la ruta. El viaje comienza, entrega su garantía de sufrimiento, lágrimas y desilusión al escritor, y este se aferra a morir con cada paso camino a la verdad, dejando escrito: “¡nada es como debiera ser!”.

Si la imagen del escritor llama tal vez a la compasión, más digno de ella es aquel ser consagrado únicamente a lo externo, el que sólo tiene tiempo para las cosas de afuera y que nunca logra entrar a la oscuridad de su mente para intentar llenarla de luz, para renunciar y morir a sí mismo. No puede morir quien aún no nace o quien no ha renacido, arrancado de sí mismo por la verdad en rebelión contra el mundo al que originalmente no debería pertenecer. Decir ¡Basta! Es difícil, pero más difícil es observar, con la conciencia dormida, como corren los reflejos de la única verdad y seguir persiguiendo espejos, y llegar al final sabiendo que hay algo más que nunca se podrá alcanzar pues ninguno de esos reflejos era la auténtica verdad, porque la verdad estaba ahí pero poder tocarla requería de la muerte y del renacer.

“Los buenos libros reprueban la vida, sin por ello transigir con el desaliento y la duda.” El autor invita en este ensayo a observar cómo los temperamentos fuertes juzgan estos libros que se leen de pie, porque los débiles desean las cosas buenas, pero los valientes reclaman lo que en el exterior no se encuentra “El reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan” dice Mateo en El libro que la que aquí escribe ha decidido leer de pie.

Vasconcelos piensa que la verdad sólo se expresa en tono profético, que sólo se percibe en el ambiente trémulo de la catástrofe y prevé a sus lectores de aquellos representantes del rebaño que no quiere morir, estos representantes escriben interpretaciones moderadas temiendo que algún día la gente comprenda, entonces escriben libros que pretenden llevar de regreso a la calma, esos libros que se leen de pie.

Mientras tanto la verdad, ciertamente en tono profético, exclama “No piensen que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz sino espada […] El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.”