Ensayo sobre Libros que leo sentado y libros que leo de pie de José Vasconcelos

“los libros que leemos sentados nos apegan a la vida.” Aquellos libros resultan optimistas, se disfrutan como es preciso disfrutar algo bello, poseen grandes cualidades e invitan a disfrutar de su lectura; los libros que José Vasconcelos lee sentado, nunca arrancan al lector de lo terrenal por más perfecta que sea su lectura.

Hay libros que se leen de pie, ser arrancado de lo terrenal por uno de ellos se presenta ante el lector como una lucha, un sufrimiento que lleva hasta la muerte, lleva hacia la protesta en contra de esa mentira arrastrada por siglos a la cual han querido disfrazar de vida. Se lee de pie porque un esbozo de la verdad empuja hacia arriba, porque un sufrimiento nos susurra palabras de libertad y esa libertad incita al que la toma, de las páginas de un libro, a conocer ese “nuevo aspecto de la creación; un nuevo aspecto que nos incita a movernos para llegar a contemplarlo entero.” Se levanta la necesidad, derrumba todo a su alrededor, y con gemidos insondables acerca una pluma a quien se atreva a tomarla, a aquel ser humano dibujado por Vasconcelos como un caminante que marca en el árido camino los puntos donde se ha encontrado el agua ideal, indispensable para seguir la ruta. El viaje comienza, entrega su garantía de sufrimiento, lágrimas y desilusión al escritor, y este se aferra a morir con cada paso camino a la verdad, dejando escrito: “¡nada es como debiera ser!”.

Si la imagen del escritor llama tal vez a la compasión, más digno de ella es aquel ser consagrado únicamente a lo externo, el que sólo tiene tiempo para las cosas de afuera y que nunca logra entrar a la oscuridad de su mente para intentar llenarla de luz, para renunciar y morir a sí mismo. No puede morir quien aún no nace o quien no ha renacido, arrancado de sí mismo por la verdad en rebelión contra el mundo al que originalmente no debería pertenecer. Decir ¡Basta! Es difícil, pero más difícil es observar, con la conciencia dormida, como corren los reflejos de la única verdad y seguir persiguiendo espejos, y llegar al final sabiendo que hay algo más que nunca se podrá alcanzar pues ninguno de esos reflejos era la auténtica verdad, porque la verdad estaba ahí pero poder tocarla requería de la muerte y del renacer.

“Los buenos libros reprueban la vida, sin por ello transigir con el desaliento y la duda.” El autor invita en este ensayo a observar cómo los temperamentos fuertes juzgan estos libros que se leen de pie, porque los débiles desean las cosas buenas, pero los valientes reclaman lo que en el exterior no se encuentra “El reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan” dice Mateo en El libro que la que aquí escribe ha decidido leer de pie.

Vasconcelos piensa que la verdad sólo se expresa en tono profético, que sólo se percibe en el ambiente trémulo de la catástrofe y prevé a sus lectores de aquellos representantes del rebaño que no quiere morir, estos representantes escriben interpretaciones moderadas temiendo que algún día la gente comprenda, entonces escriben libros que pretenden llevar de regreso a la calma, esos libros que se leen de pie.

Mientras tanto la verdad, ciertamente en tono profético, exclama “No piensen que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz sino espada […] El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.”

2 esencias más:

Cesar Antonio Chumbiauca dijo...

Leer libros de pie es ya un acto con más valor que leer un libro sentado; no obstante, quizá encontremos libros que encajen en cada etapa del inicio de una maratón:
.unas que indiquen "A sus marcas"
.otras: "listos"
.y otras, con vozarrón: "¡Fuera!"

Me gusta su metáfora: "Se lee de pie porque un esbozo de la verdad empuja hacia arriba".

Regoleta dijo...

Salió con muy poco interlineado esta entrada. No entendí si tú lo escribiste o lo hizo Vasconcelos, la verdad me gustó bastante. Te quiero.

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