Número 72, calle Zozobra. Primera parte

Dinorah mordió una pera y el jugo le resbaló por la piel, dejando un camino dulce entre sus dedos. Desde la roca en que estaba sentada, podía ver el mar entre las hendiduras de la playa y en la vegetación, besando los límites de arena. A su derecha se extendían algunas casas de techos naranjas, llenas o vacías, siempre rodeadas por el sonido de las urracas. Caía la tarde y Dinorah calculó que para cuando terminara su pera, el sol se habría ocultado por completo, pero mientras tanto, el cielo era rosa y la fruta dulce, una tranquila tarde de verano, febrero en Australia.
Después de dar la última mordida, Dinorah lanzó los restos de la pera hacia el horizonte y los vio suspenderse girando; tras ellos, el último rayo del sol se ocultó. Todo regresaba a la normalidad, el dueño del neuro-simulador abrió la puerta, dejando entrar una rata que corrió hasta Dinorah –Si quiere quedarse, ¡pague otra vez! –dijo bruscamente el hombre al tiempo que encendía los focos pálidos de la habitación.

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Unknown dijo...

Empiezo a leer "Número 72, calle Zozobra"...

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