Un olvido nocturno

El sol estaba por aparecer, e Iván esquivaba un charco en la calle. Se encontraba intranquilo por la tormenta que en lugar de disminuir, aumentaba. Ver la ciudad tan llena de vida le dio una sensación de libertad, pero también lo hacía sentirse muy solo. Mientras trataba de cruzar hacia su trabajo, se lamentaba por haber olvidado llevar un paraguas. Los autos pasaban junto a él, dejando una estela inmóvil, la lluvia caía como aguijones sobre la ciudad devorándolo todo, e Iván se sintió un poco menos tenso cuando logró entrar al edificio.

Eran las tres de la tarde cuando el zapato guindo de Iván se posó sobre una roca, el hombre bajó de su auto hacia la calle empedrada, mirando la hora en su reloj. Azotó la puerta y se sintió de nuevo solo al mirar esa difusa sombra que lo seguía tan de cerca, dio un paso, luego otro, lentamente, era viernes, el perfecto día para relajarse unos minutos, así fue que decidió caminar en línea recta.

Comenzó a caer la tarde, llovía. Desde su auto, una mujer observaba a aquel hombre sospechosamente recargado en un auto negro, estaba vestido de traje, su cabello naranja le escurría en la cara mientras cabeceaba. Era Iván, quien entre sueños trataba de recordar el nombre de la mujer con la que quisiera estar oculto del inclemente clima, pero no pudo pensar en una sola, al mismo tiempo cruzaron por su mente Erika, Guille, Petra, Fifi, Ana… y todas juntas formaban una inmensa, total y absoluta masa de nada, ninguna mujer con quien compartir un momento. Iván extrañó profundamente a alguien, pero no sabía a quién, no echaba de menos a ninguna mujer, porque simple y sencillamente ya nadie le importaba.

La noche se hacía presente con toda su oscuridad, los pasos rítmicos de dos zapatos guindos se escucharon en el interior de un edificio, la sombra difusa de Iván lo seguía pisada tras pisada. Él, mirando su reloj, jugueteaba con las llaves. No había hecho nada en toda la tarde, atenuó su sentimiento de culpa y siguió subiendo, hasta el piso en el que no había más luces –Erika, Guille, Petra, Fifi, Ana –decía, sin sentir nada por ninguna, nada más que un hondo vacío, vacío de alguien a quien suponía fue muy cercano, alguien a quien tal vez había abandonado.

El interior del edificio no tenía luz, por lo tanto tampoco tenía sombras, todo era una larga y absoluta penumbra. En Iván creció más y más el oscuro sentimiento, desde su interior algo gritaba, pero él no lo oía. Continuó subiendo las escaleras, pasó de largo por la puerta de su departamento, al verla, tan solo aumentó el sentimiento de extrañar a ese alguien de quien había olvidado el nombre, así que aceleró el paso hasta llegar a la azotea.

A las cuatro de la mañana, cinco jóvenes que paseaban fuera del edificio, habían escuchado un golpe seco, cuando la policía llegó al lugar, ellos estaban debajo de los arbotantes, rodeando el cadáver de Iván, sólo uno de los jóvenes advirtió, confundido, que el muerto no proyectaba sombra alguna en el pavimento, después de ser interrogados, tres de ellos dijeron haber visto, en el techo del edificio, como lamentándose, una silueta masculina –Este, ¡híjole! Pues apenas se alcanzaba a distinguir, la neta parecía nada más como una sombra –dijo uno de los muchachos a la policía, que nunca logró descubrir la identidad de aquel ente, no parecía una mujer, ni nadie le escuchó subir con Iván al edificio, sólo era una sombra solitaria que observó impotente el suicidio y que nunca tuvo voz para decirle a quien la proyectaba, que su nombre era Iván y que él lo había olvidado.

1 esencias más:

Jazmín Tamayo dijo...

Wuau...

me ancanto anilú, es muy descriptivo, me llevo a cada movimiento y a cada escenario; que triste olvidarse de uno mismo, que triste y que peligroso; por que si te pierdes a ti, pierdes todo ....

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